sábado, 4 de julio de 2009




"(...)Pero cuando bajaba de la colina una honda tristeza se apoderó de él y pensó en su corazón:

Como podré marcharme en paz y sin pesar?...No...No podré abandonar esta ciudad sin un desgarrón en mi alma.

Muchos han sido los días de dolor que pasé entre sus muros y largas las noches de soledad infinita...Quién puede separarse sin pena de su dolor y su soledad?

Muchos fragmentos de espíritu he derramado yo en estas calles, y muchos son los hijos de mis anhelos que caminan desnudos entre estas colinas: Cómo alejarme de ellos sin agobio y sin aflicción?

No es la túnica lo que hoy me quito, es la piel lo que desgarro con mis propias manos.

Ni es un corazón suavizado por el hambre y por la sed.

Pero más no puedo deternerme.

El mar, que llama todo hacia su seno, me llama ahora a mí, y debo embarcarme.

Porque quedarse aquí, aunque las horas ardan en la noche, es helarse, cristalizarse, quedar preso en un molde.

Gustoso llevaria conmigo todo cuanto hay aqui, pero ¿Cómo llevármelo?

Una voz no puede llevarse consigo la lengua y los labios que le prestaron alas. Una voz debe buscar el éter.

Y sola, y sin su nido, volará el águila desafiando al sol. (...)"

Gibran Jalil Gibran
El profeta