domingo, 28 de marzo de 2010

NO HABLES POR MI, YO NO LO HARÍA


Afortunadamente no soy una de esas personas que imponen sus ideas rompiendo cabezas. Y digo afortunadamente y la fortuna la reparto: Para mí y para los receptores de mis hipotéticas roturas craneales. Por este lado pueden estar tranquilos: soy pacífica, no violenta y, al menos lo intento, todo lo tolerante que las circunstancias me permiten.

La cuestión es que llevo demasiado tiempo escuchando a muchas personas que no me representan en absoluto decir que es lo que me preocupa. Hablan con un generalismo asombroso de las cosas que le preocupan a los ciudadanos que quien les escucha podría llegar a pensar que trabajan, comen o juegan a las chapas con esas personas de las que hablan. Y nada más lejos de eso.

Hoy voy a ser breve y te voy a decir lo que de verdad me preocupa:

1.- Me preocupa a donde estamos llegando o si de verdad tenemos claro a donde queremos llegar.

2.- Me preocupa que un niño llore de hambre y que una madre llore porque ha visto morir a su hijo.

3.- Me preocupa el ombliguismo del que lo tiene todo y quiere que creamos que se pone a la altura del que no tiene nada. Me preocupan sinceramente los que se lo creen.

4.- Me preocupa que no nos queramos más y mejor, a nosotros y a los demás.

5.- Me preocupa la gente que dice que le preocupan los demás cuando sus obras demuestran lo contrario.

Y sobre todo me preocupa que hablen por mí, que evalúen lo que siento y quiero, lo que entiendo o necesito sin que se hayan tomado la puñetera molestia de preguntarme.

Saludos rosaditos

IN MEMORIAM



Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida

Rayo de metal crispado
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido

Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está. y mi corazón,
y mi corazón con canas.

Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a la aldea.

Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.

¿Adónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.

Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.

Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue, cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.

MIGUEL HERNANDEZ